Corría el año de 1830, cuando en la apacible ciudad de Guanajuato se propago la peste (un posible brote de cólera), que arremetió fuertemente contra la población causando decenas de muertes a su paso. En un intento por impedir que éste brote se propagara enfermando a más y más gente, al momento de morir una persona como consecuencia de la peste era inmediatamente sepultada en el Panteón Civil de Santa Paula. Sin embargo, una terrible realidad acompañaba a la mortal enfermedad y esta era el hecho de que no siempre causaba la muerte, sino que en múltiples ocasiones causaba una parálisis dejando en un estado cataléptico a su víctima, misma que era enterrada con vida, solamente para encontrar una horrible muerte por asfixia en la tumba que le había sido asignada.
Fue tan solo 35 años después entre los años de 1865 y 1869, que varios cuerpos fueron exhumados por orden de la autoridad regente del Panteón de Santa Paula, como consecuencia de la falta de pago de las cuotas del Panteón y por carecer de perpetuidad para mantenerse en el mismo.
Grande fue la sorpresa que se llevaron los sepultureros al momento de cumplir con la orden de exhumación de cadáveres, al contemplar que los mismos se encontraban momificados y en perfecto estado de conservación, esto como consecuencia de la presencia de nitrato y alumbre principalmente entre otras características propias del subsuelo del cementerio.
Inicialmente las momias se colocaron en exhibición con la intensión de que sus familiares reconocieran los cuerpos e hicieran los reclamos de los mismos, sin embargo esto no ocurrió, dando paso inicialmente a la visita de algunos curiosos oriundos del lugar, no obstante la voz se corrió rápidamente entre los poblados vecinos que posteriormente aumentaron el número de visitantes que se movían atraídos por su curiosidad, hecho que llevó a la decisión de levantar un museo en el sitio del panteón, dividido en varias salas y que se encuentra en funcionamiento en nuestros días y que actualmente es uno de los principales atractivos del estado de Guanajuato y en el que a la fecha se exhibe un total de 111 momias, destacando entre estás la del Dr. francés Remigio Leroy, cuyo cuerpo sería el de la primera momia exhumada y que fuera reconocido por las elegantes ropas que vestía, la de Carmen "La Bruja" que fuera condenada por el ejercicio de prácticas oscuras y la de un niño al que se le ha llamado Daniel el Travieso.
Se dice que en ocasiones se pueden escuchar voces o lamentos, el llanto del pequeño Daniel o la voz que susurra de La Bruja alrededor de las salas del museo, sin embargo la leyenda que más se ha popularizado en torno a estos lúgubres personajes es mucho más reciente ya que comenzó a adquirir fuerza después de que las momias retornaran a su museo tras ser exhibidas en los Estados Unidos.
Esta historia refiere que en cierta ocasión llegó al lugar un hombre por motivos de trabajo, él mismo había siempre sentido curiosidad y atracción por la famosas momias de Guanajuato, así que se dirigió al museo para recorrer el mismo, andando en su recorrido se percató de la ausencia de una momia, pues el espacio destinado para ella se encontraba vacío, no obstante no le dio importancia creyendo que aquella se encontraba en restauración.
Al terminar su recorrido el hombre dirigió sus pasos rumbo a su hotel, sin embargo y ya cerca de la entrada del mismo, contemplo a una joven y hermosa señorita que estaba a punto de ser arrollada por un auto, por lo que interviniendo oportunamente la empujo al piso evitándole sufrir aquél percance.
La chica se apresuro a ponerse en pie, agradeciendo al hombre que le había tendido la mano para ayudarle a levantarse, pero al soltar su mano el hombre se percato que tenía en su palma uno de los dedos de la chica que comenzó a desbaratarse hasta quedar convertido en hueso y finalmente desintegrarse, al levantar la mirada el hombre se percató que la joven había desaparecido. Desde entonces se cuenta que es una de las momias que recorre las calles de la ciudad, sin conocerse con exactitud su intención.
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