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Mostrando las entradas de octubre, 2022

La recompensa- Luis García Montero

 Aunque no sea verdad, porque el tiempo hace mundos igual que se hace daño, déjame que aproveche este calor final de la tarde imprecisa. Quiero sentirme dueño de las horas.   Para encontrarme a mí he aprendido a seguirte.   Salgo por la memoria y no llego a un recuerdo, sino a este modo de vivir despacio las cosas que me das.   Todavía camino por la ciudad aquella y soy el habitante de lo que sucedió la semana que viene, de los hechos que pueden ocurrir hace ya muchos siglos, cuando los pies del tiempo que nos falta escriban junto al mar la orilla laboriosa del pasado.   Todo está en ti. Y todo permanece mientras rueda en el cielo la luna primitiva.   Cada intuición es una huella, cada recuerdo el porvenir, hoy es ayer para decir mañana.

Hay un día feliz- Nicanor Parra

 A recorrer me dediqué esta tarde Las solitarias calles de mi aldea Acompañado por el buen crepúsculo Que es el único amigo que me queda. Todo está como entonces, el otoño Y su difusa lámpara de niebla, Sólo que el tiempo lo ha invadido todo Con su pálido manto de tristeza. Nunca pensé, creédmelo, un instante Volver a ver esta querida tierra, Pero ahora que he vuelto no comprendo Cómo pude alejarme de su puerta. Nada ha cambiado, ni sus casas blancas Ni sus viejos portones de madera. Todo está en su lugar; las golondrinas En la torre más alta de la iglesia; El caracol en el jardín, y el musgo En las húmedas manos de las piedras. No se puede dudar, éste es el reino Del cielo azul y de las hojas secas En donde todo y cada cosa tiene Su singular y plácida leyenda: Hasta en la propia sombra reconozco La mirada celeste de mi abuela. Estos fueron los hechos memorables Que presenció mi juventud primera, El correo en la esquina de la plaza Y la humedad en las murallas viejas. ¡Buena cosa, ...

Es olvido- Nicanor Parra

Juro que no recuerdo ni su nombre, Mas moriré llamándola María, No por simple capricho de poeta: Por su aspecto de plaza de provincia. ¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros, Ella una joven pálida y sombría. Al volver una tarde del Liceo Supe de la su muerte inmerecida, Nueva que me causó tal desengaño Que derramé una lágrima al oírla. Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera! Y eso que soy persona de energía. Si he de conceder crédito a lo dicho Por la gente que trajo la noticia Debo creer, sin vacilar un punto, Que murió con mi nombre en las pupilas. Hecho que me sorprende, porque nunca Fue para mí otra cosa que una amiga. Nunca tuve con ella más que simples Relaciones de estricta cortesía, Nada más que palabras y palabras Y una que otra mención de golondrinas. La conocí en mi pueblo (de mi pueblo Sólo queda un puñado de cenizas), Pero jamás vi en ella otro destino Que el de una joven triste y pensativa Tanto fue así que hasta llegué a tratarla Con el celeste nombre de María, Circunstanc...

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE GUADALAJARA

Esta escalofriante Leyenda encuentra su origen en la ciudad de Guadalajara, estado de Jalisco, en México, su origen se remonta al siglo XVIII y es una historia que se ha transmitido de forma oral de generación en generación. Cuenta la Leyenda que por aquel tiempo la tranquilidad de la población de esa ciudad se vería perturbada tras una serie de asesinatos, misma que comenzaría con la muerte de varios animales de campo, pero que pronto escalaría a víctimas humanas, mismas que según se dice fueron encontradas muertas sin una sola gota de sangre en sus cuerpos y que presentaban la peculiar herida de dos punzones en el cuello, heridas que lucían completamente secas. Todo en aquella comunidad marchaba con tranquilidad hasta que llegó a vivir una gran hacienda un hombre procedente de Europa, que se presentaría como el conde Baldón. Hombre de apariencia extremadamente delgada, muy alto y piel muy blanca, dueño de una gran fortuna, extremadamente discreto, pero muy elegante y siempre vestido ...

Cambios de nombre- Nicanor Parra

A los amantes de las bellas letras Hago llegar mis mejores deseos Voy a cambiar de nombre a algunas cosas. Mi posición es ésta: El poeta no cumple su palabra Si no cambia los nombres de las cosas. ¿Con qué razón el sol Ha de seguir llamándose sol? ¡Pido que se llame Micifuz El de las botas de cuarenta leguas! ¿Mis zapatos parecen ataúdes? Sepan que desde hoy en adelante Los zapatos se llaman ataúdes. Comuníquese, anótese y publíquese Que los zapatos han cambiado de nombre: Desde ahora se llaman ataúdes. Bueno, la noche es larga Todo poeta que se estime a sí mismo Debe tener su propio diccionario Y antes que se me olvide Al propio dios hay que cambiarle nombre Que cada cual lo llame como quiera: Ese es un problema personal. 

Cronos- Nicanor Parra

En Santiago de Chile Los días son interminablemente largos: Varias eternidades en un día. Nos desplazamos a lomo de luma Como los vendedores de cochayuyo: Se bosteza. Se vuelve a bostezar. Sin embargo las semanas son cortas Los meses pasan a toda carrera Y los años parece que volaran. 

Nanas de la cebolla- Miguel Hernández

 La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en ...

Canción última- Miguel Hernández

Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias. Regresará del llanto adonde fue llevada con su desierta mesa con su ruinosa cama. Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada. El odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza. 

Aceituneros- Miguel Hernández

  Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos? No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor. Unidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos. Levántate, olivo cano, dijeron al pie del viento. Y el olivo alzó una mano poderosa de cimiento. Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién amamantó los olivos? Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor. No la del terrateniente que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza. Árboles que vuestro afán consagró al centro del día eran principio de un pan que sólo el otro comía. ¡Cuántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos! Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos? ...

Vientos del pueblo me llevan- Miguel Hernández

 Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta. Los bueyes doblan la frente, impotentemente mansa, delante de los castigos: los leones la levantan y al mismo tiempo castigan con su clamorosa zarpa. No soy un de pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros con el orgullo en el asta. Nunca medraron los bueyes en los páramos de España. ¿Quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza? ¿Quién ha puesto al huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayo detuvo prisionero en una jaula? Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada, valencianos de alegría y castellanos de alma, labrados como la tierra y airosos como las alas; andaluces de relámpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas; extremeños de centeno, gallegos de lluvia y calma, catalanes de firmeza, aragoneses de casta, murcianos de...

Godzilla en México- Roberto Bolaño

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían sobre la Ciudad de México pero nadie se daba cuenta. El aire llevó el veneno a través de las calles y las ventanas abiertas. Tú acababas de comer y veías en la tele los dibujos animados. Yo leía en la habitación de al lado cuando supe que íbamos a morir. Pese al mareo y las náuseas me arrastré hasta el comedor y te encontré en el suelo. Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte sino que íbamos a iniciar un viaje, uno más, juntos, y que no tuvieras miedo. Al marcharse, la muerte ni siquiera nos cerró los ojos. ¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después, ¿hormigas, abejas, cifras equivocadas en la gran sopa podrida del azar? Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros, héroes públicos y secretos. 

LA LEYENDA DE LA CALCHONA

 Esta Leyenda encuentra su origen en la zona central de Chile, esta nos refiere la historia de una mujer practicante de la brujería a espaldas de su marido y sus hijos con quienes vivía, guardando recelosamente en su casa varios frascos que contenían diversas pociones y ungüentos que al aplicarse le permitían a cualquier ser humano transformarse en el animal de su preferencia. Aprovechando sus poderes y a fin de evitar ser descubierta, todas las noches lanzaba sobre su esposo y sus hijos un poderoso hechizo para que no despertaran de sus sueños, sino hasta el amanecer, procediendo luego a tomar sus brebajes o bien aplicarse sus ungüentos mágicos para transformarse en una oveja negra y salir a pasear por los campos hasta la madrugada del día siguiente, aprovechando esta condición para tomar venganza matando sin piedad alguna a aquellos que se atrevían a hablar mal de ella. Al despuntar el alba, retornaba a su casa donde, donde con sus pociones volvía a realizar sus ritos, aplicando ...

Lluvia- Roberto Bolaño

 Llueve y tú dices es como si las nubes lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran? Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia, esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo? La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde que consideras similar a una tarde del fin del mundo más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos que resuenan en el camino del acantilado importan; Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.

La griega- Roberto Bolaño

Vimos a una mujer morena construir el acantilado. No más de un segundo, como alanceada por el sol. Como Los párpados heridos del dios, el niño premeditado De nuestra playa infinita. La griega, la griega, Repetían las putas del Mediterráneo, la brisa Magistral: la que se autodirige, como una falange De estatuas de mármol, veteadas de sangre y voluntad, Como un plan diabólico y risueño sostenido por el cielo Y por tus ojos. Renegada de las ciudades y de la República, Cuando crea que todo está perdido a tus ojos me fiaré. Cuando la derrota compasiva nos convenza de lo inútil Que es seguir luchando, a tus ojos me fiaré. 

El mono exterior- Roberto Bolaño

 ¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau? La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración. Caminaste como un mono infatigable entre los dioses pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes, sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías alcanzar el árbol y el pájaro, los restos de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma regada con sangre, el escenario del crimen donde pasen las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!

Los detectives perdidos- Roberto Bolaño

 Los detectives perdidos en la ciudad oscura. Oí sus gemidos. Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud. Una voz que avanza como una flecha. Sombra de cafés y parques Frecuentados en la adolescencia. Los detectives que observan Sus manos abiertas, El destino manchado con la propia sangre. Y tú no puedes ni siquiera recordar En dónde estuvo la herida, Los rostros que una vez amaste, La mujer que te salvó la vida.

Las huellas- Silvina Ocampo

 A orillas de las aguas recogidas en la luz regular del suelo unidas como si juntas siempre caminaran, solas, parecería que se amaran, en la sal de la espuma con estrellas, sobre la arena bajo el sol las huellas de nuestros pies desnudos tan lejanos, y mudos. Dejando una promesa dibujada nuestra voz entretanto ensimismada se divide en el aire y atraviesa la azul crueldad de la naturaleza mientras solos cruzamos la playa y nos hablamos.

La llave maestra- Silvina Ocampo

La luz de su cuarto me habla de él cuando no está, me acompaña cuando tengo miedo, y siempre tengo miedo porque soy valiente; oye su paso sobre los mosaicos de la entrada va a su encuentro cuando abre la puerta lentamente cuando lo espero, y siempre lo espero; lo mismo es para la luz eléctrica que para la luz del sol, lo mismo para el sol que la luna o la estrella. Un tapiz forma la luz complicada es la vida y siempre la vida. Si me quedara ciega la vería con mis patas o tal vez con mi frente cuando llega. El tapiz no lo forma la luz sino su llegada, el sonido que cambia de oscuro en claro. El tablero de la luz tiene varias llaves pero una gobierna el resto: se llama la llave maestra. Del mismo modo el tablero de mi luz tiene una sola llave que gobierna las otras la llave que está en sus manos. Apagaría todas las luces si quisiera pero yo cierro los ojos para no ver la oscuridad que podría ser luz para no herirlo. 

En tu jardín secreto hay mercenarias- Silvina Ocampo

 En tu jardín secreto hay mercenarias dulzuras, ávidas proclamaciones, crueldades con sutiles corazones, hay ladrones, sirenas legendarias. Hay bondades en tu aire, solitarias multiplican arcanas perfecciones. Se ahondan en angostos callejones, tus árboles con ramas arbitrarias. Alguna vez oí el chirrido frío de un portón que al cerrarse me dejaba prisionera, perdida, siempre esclava de tu felicidad que junto a un río bajaba entre las frondas a un abismo de intermitente luz, con tu exorcismo.

LA LEYENDA DE LAS 3 PASCUALAS

Al caer la noche en las inmediaciones de la laguna conocida como Las Tres Pascualas ubicada en la ciudad de Concepción ubicada al suroeste de Santiago en el centro de Chile, se debe andar con precaución, ya que se corre el riesgo de toparse con los espectros de tres hermanas, conocidas como las Pascualas y de donde la laguna toma su nombre. Estos espectros son las almas sin descanso de tres jóvenes hermanas que murieron al mismo tiempo como consecuencia de un amor mal correspondido que ahora buscan venganza buscando seducir a los hombres jóvenes, a quienes una vez que han caído víctimas de sus encantos, llevan a la laguna para ahogarlos como venganza por su fatal destino. Esta fatal historia se remonta a la ciudad de Concepción, hacia finales del siglo XVIII, a llí vivía   la familia Pascual , integrada por un hombre y sus tres hermosas hijas, jóvenes, alegres y muy unidas.  Cuenta la Leyenda que las tres chicas trabajaban como lavanderas, por lo que todos los días acudían jun...

Al rencor- Silvina Ocampo

 No vengas, te conjuro, con tus piedras; con tu vetusto horror con tu consejo; con tu escudo brillante con tu espejo; con tu verdor insólito de hiedras. En aquel árbol la torcaza es mía; no cubras con tus gritos su canción; me conmueve, me llega al corazón, repudia el mármol de tu mano fría. Te reconozco siempre. No, no vengas. Prometí no mirar tu aviesa cara cada vez que lloré sola en tu avara desolación. Y si de mí te vengas, que épica sea al menos tu venganza y no cobarde, oscura, impenitente, agazapada en cada sombra ausente, fingiendo que jamás hiere tu lanza. Entre rosas, jazmines que envenenas, ¿por qué no te ultimé yo en mi otra vida? Haz brotar sangre al menos de mi herida, que estoy cansada de morir apenas.

Fatiga- Vicente Huidobro

Marcho día y noche como un parque desolado. Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos; miro el cielo y su hierba que aprende a cantar; miro el campo herido a grandes gritos, y el sol en medio del viento. Acaricio mi sombrero lleno de luz especial; paso la mano sobre el lomo del viento; los vientos, que pasan como las semanas; los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre; las luces, que pasan como los meses; cuando la noche se apoya sobre las casas, y el perfume de los claveles gira en torno de su eje. Tomo asiento, como el canto de los pájaros; es la fatiga lejana y la neblina; caigo como el viento sobre la luz. Caigo sobre mi alma. He ahí el pájaro de los milagros; he ahí los tatuajes de mi castillo; he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós. Caigo de mi alma. Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno; caigo del viento sobre la luz; caigo de la paloma sobre el viento. 

El célebre océano- Vicente Huidobro

 El mar decía a sus olas Hijas mías volved pronto Yo veo desde aquí las esfinges en equilibrio sobre el alambre Veo una calle perdida en el ojo del muerto Hijas mías llevad vuestras cartas y no tardéis Cada vez más rápidos los árboles crecen Cada vez más rápidas las olas mueren Los récord de la cabeza son batidos por los brazos Los ojos son batidos por las orejas Sólo las voces luchan todavía contra el día Creéis que oye nuestras voces El día tan maltratado por el océano Creéis que comprende la plegaria inmensa de esta agua que cruje Sobre sus huesos Mirad el cielo muriente y las virutas del mar Mirad la luz vacía como aquel que abandonó su casa El océano se fatiga de cepillar las playas De mirar con un ojo los bajos relieves del cielo Con un ojo tan casto como la muerte que lo aduerme Y se aduerme en su vientre El océano ha crecido de algunas olas El seca su barba Estruja su casaca confortable Saluda al sol en el mismo idioma Ha crecido de cien olas Esto se debe a su inclinación n...

Camino- Vicente Huidobro

 Un cigarro vacío A lo largo del camino He deshojado mis dedos Y jamás mirar atrás Mi cabellera Y el humo de esta pipa Aquella luz me conducía Todos los pájaros sin alas En mis hombros cantaron Pero mi corazón fatigado Murió en el último nido Llueve sobre el camino Y voy buscando el sitio donde mis lágrimas han caído.